viernes, 16 de noviembre de 2007

ORIGEN DEL PROGRAMA ICONOGRAFICO


El aspecto que se puede apreciar en un mural o en una pintura de caballete, dice en relación con tres situaciones que sustentan el quehacer del artista plástico, sujeto que ha configurado las respectivas imágenes o eikónes. Estas circunstancias son: 1) la adquisición de saberes de primera instancia y su posterior desarrollo, 2) las intenciones que prevalecen en el artista en el momento en el cual realiza una obra, es decir los propósitos y resoluciones que son conducentes al acto pictórico y 3) las posibilidades biomecánicas que le permiten proceder con la actividad plástica.
Con respecto a los saberes de primera instancia, estos aprendizajes se instauran como códigos mediante los cuales se yerguen las construcciones plásticas preliminares. De todo esto surgen las fases embrionarias que caracterizan todo este momento inicial. Estos primeros signos plásticos, como los posteriores, pueden asumirse como legisignos, los cuales además de configurar aspectos iniciáticos en el arte de la pintura, por lo general no presentan una estabilidad en el tiempo plástico, ya que en algún momento sufrirán un proceso de metamorfosis, asunto que es normal en el acontecer relacionado con la creación artística. Esto último es conducente a la producción de nuevos cromo y morfolegisignos articulados en la situación espacial de la pintura.
Estos cambios en el proceso plástico afectan al programa iconográfico y al mismo tiempo articulan las diferentes etapas artísticas que dan forma a la historia estética del creador.
Los cromolegisignos y morfolegisignos estructuran lo que M. Bense y E. Walther llamaron "perceptemas", fenómeno asociado con la semiótica del color-forma-visual. De acuerdo a lo enunciado en los párrafos precedentes, lo que muta en este proceso, son estas unidades de percepción visual o perceptemas.
El examen de los cromolegisignos y de los morfolegisignos en la situación espacial del formato plástico, podrá dar cuenta del proceso de cambios, de sus fases y pre-existencias en la trayectoria de un artista.
A todo lo anterior habrá que sumar, cuando ocurre, la situación de influjos o transferencias de códigos foráneos, es decir la integración al fenómeno artístico pre-existente de otras propuestas plásticas, generalmente provenientes de latitudes estéticas exógenas a la geografía y cultura a la cual pertenece el artista, esto último constituye un asunto que es frecuente en la historia del arte.
Las intenciones que prevalecen en el artista en el momento de ejecutar una obra corresponden a la segunda instancia en el sistema triádico antes señalado. Este momento determina la configuración final del programa iconográfico y entre otras cosas estas intenciones tienen que ver con aspectos que constantemente desafían a las obras ya realizadas.
De esta forma la producción de un pintor se encuentra articulada por fases o etapas, las cuales en algunos casos dejan ver cambios radicales en el empleo de los perceptemas. Las intenciones dominantes en estas instancias obedecieron a un querer hacer, un querer articular un eikón a manera de conexo completo, en otras palabras, la resultante plástica se encuentra vinculada con una estructura argumental en la cual la conciencia interpretadora ha puesto las reglas, "conciencia interpretadora" entendida como esa entidad que Elizabeth Walther precisó como "aquello que piensa, quien recibe los signos

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